Resiliencia es un término proveniente del latín “resilire” que significa volver hacia atrás. Es utilizado por la física para describir la capacidad de recuperación que tiene una materia prima, volviendo a su forma inicial después de haber sido sometido a una presión deformadora.
Posteriormente, en los años 40 éste término es adaptado por la psicología para referirse a la capacidad de una persona para adaptarse y recuperarse ante situaciones adversas, tales como traumas, crisis, desafíos y cambios estresantes en la vida. Una persona resiliente puede enfrentar estos eventos difíciles con fuerza y flexibilidad emocional, y superarlos sin experimentar un daño emocional significativo o duradero.
La resiliencia implica la capacidad de manejar situaciones estresantes de manera efectiva, sin recurrir a comportamientos destructivos, y de encontrar formas constructivas de enfrentar las adversidades. Las personas resilientes también son capaces de aprender y crecer a partir de estas experiencias, y de desarrollar una mayor capacidad de enfrentamiento para futuros desafíos.
Si todas las personas en algún momento de la vida sufrimos alguna situación compleja ¿Por qué no las afrontamos de igual manera? ¿Las personas tenemos distintas reservas de resiliencia? ¿Cómo se renace luego de una adversidad?
Hay que aclarar que la resiliencia no es una cualidad innata y que no existe el gen de ella. Es algo que se desarrolla ya sea por haber tenido modelos resilientes cercanos para imitar, o por la práctica, según las circunstancias que hayamos tenido que enfrentar a lo largo de la vida. Por otra parte, nuestras diferencias y vivencias individuales nos hacen reaccionar de maneras distintas ante una misma problemática.
Rearmarse, entonces, es responsabilidad de cada persona y es también cada una quien decide si toma la situación traumática como una oportunidad de superación o como una desgracia. Hay sin embargo ciertas características de base que son comunes en las personas resilientes. Por ejemplo, son conscientes de sus potencialidades y limitaciones; son creativas, por lo tanto, encontrarán modos novedosos de enfrentar las adversidades; tienen confianza en sí mismas; tienen un mirada objetiva de la vida pero también optimista; no intentan cambiar las situaciones, sino que saben gestionar adecuadamente su emocionalidad; son flexibles a los cambios; son tenaces en alcanzar sus objetivos; generan redes de apoyo; saben enfrentar lo adverso con humor, viven en el presente y saben pedir ayuda cuando lo necesitan.
Aunque haya experiencias vitales muy duras y otras más simples y cotidianas, cada individuo tiene la capacidad de renacer luego de una adversidad y sobreponerse a ella, así como de adaptarse a la nueva situación creada. Somos como el Ave Fénix que muere para renacer de sus cenizas del mismo modo en que frente a cada adversidad dejamos de ver la luz y morimos un poco, para renacer después más fuertes y sabios.
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