El miedo es una emoción que puede aparecer en la infancia como fenómeno normal y evolutivo, o bien como fenómeno problemático o patológico.
Es normal que en ciertas situaciones de peligro el niño sienta miedo, esta emoción es un factor protector que le permite decidir más adecuadamente qué conducta es la mejor para afrontar esa dificultad. Ese miedo, que es evolutivo, desaparece sin secuelas, en la medida que la reacción de los adultos que le rodean sea sana. Sin embargo, hay casos en que los miedos se convierten en un problema, que provocan incluso trastornos y fobias, en estos casos afectan fuertemente el desarrollo afectivo del niño. En estas consecuencias radica que sea tan importante que madres, padres y cuidadores se psico-eduquen respecto de este tema.
Quiero que sepas que un principio básico general para este tema es que, para la tranquilidad de los niños, es importante crear, en la vida cotidiana, un clima de seguridad afectiva (lo afectivo se refiere a lo vincular), y cuando aparecen los miedos naturales, evolutivos (que ya te diré cuales son), debemos enfrentarlos con naturalidad, sin exagerarlos ni minimizarlos, ayudando al niño o niña a afrontar la situación.
¿Qué es el miedo?
Una emoción natural, una respuesta fisiológica, cognitiva y comportamental, automática del organismo, que aparece cuando percibimos en el ambiente un estímulo que nos puede hacer daño. Es un defensor del niño, pues le avisa cuando se ha alejado mucho de sus padres y le ayuda a escapar de situaciones peligrosas. Si el miedo es adecuado, permite una buena ejecución de la respuesta, si está disminuido (menos de los necesario) nos hace actuar con descuido, y si es muy elevado, nos hace torpes.
Algunos miedos aparecen por la existencia de un real peligro, de la vivencia de circunstancias especiales, y otros son, como dijimos antes, evolutivos, naturales, y no problemáticos, pues desaparecen solos.
A continuación, te presento la secuencia evolutiva en que se presentan los miedos que van decreciendo con el paso del tiempo, de forma natural.
Sin duda hay un componente genético en la aparición de los miedos, este puede corresponder a 1) la herencia de un temperamento sensible o emotivo, 2) la rapidez con que se presentan los síntomas fisiológicos (sudoración, temblor, taquicardia y otros) cuando aparece el estímulo de peligro, 3) el tiempo que se tarda en disminuir los síntomas antes nombrados.
Es importante comprender que la maduración de la percepción es otro componente que influye en la aparición del miedo, y es muy importante, porque esto significa que algunos miedos aparecen en base al nivel madurativo del niño, lo que quiere decir que hay miedos que inician en ciertos momentos sin que estén conectados con peligros especiales o experiencias negativas del niño.
El miedo también puede aparecer a causa de la exposición a situaciones nuevas, desconocidas, o por observación, aprendiendo a temer a lo que quienes le rodean, temen.
Para que un miedo se convierta en desadaptativo o en una fobia, requiere de una situación de estrés agudo continuo, pues esto es lo que causa daño a largo plazo (en el post de la próxima semana les hablaré del trauma).
Los miedos se pueden manifestar también al dormir, en este caso hablaremos de pesadillas o temores nocturnos, a continuación se los explico:
Pesadillas: este sueño desagradable que se acompaña de miedo, y se recuerda cuando el niño despierta en la etapa REM, adquiere su máxima intensidad entre los 4 y 6 años. Según el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales, si las pesadillas comienzan en la infancia, tienden a desaparecer por si solas, en cambio si comienzan en la vida adulta, tienden a cronificarse.
Terrores nocturnos: estos corresponden a una descarga vegetativa que sucede en la fase No REM del sueño. El niño se incorpora súbitamente, con cara de pánico, sudoración, pupilas dilatadas, taquicardia, taquipnea (respiración acelerada), inquietud motora, gritos, llanto, confusión y desorientación, que dura unos 5 a 10 minutos. Estos episodios adquieren su máxima intensidad entre los 4 y 6 años al igual que las pesadillas, y se extiende, en un 4% de la población, hasta los 12 años.
Deben saber que cuando se tiene miedo desadaptativo o fobia a algo, es importante que el acercamiento sea de a poco, con mucha delicadeza, evitando aumentar el estrés del niño. A esto le llamamos desensibilización sistemática, y es mejor que sea dirigido por un profesional.
Por último, les dejaré una lista de pautas educativas que evitan la aparición del miedo desadaptativo:
Ofrecer un ambiente general, habitual, de seguridad afectiva (vincular). Que el niño sepa que cuenta con sus padres siempre.
Crear un clima de tranquilidad y firmeza en el hogar, es decir, sin manifestación de grandes tensiones (gritos, peleas, etc), y con una disciplina positiva, normas claras y respetuosas.
Ofrecer al niño la oportunidad de ser elogiado y realizar actividades exitosas y gratificantes.
Fomentar la autonomía del niño, por supuesto, en tareas y actividades acordes a su edad.
Evitar la utilización del miedo como factor disciplinar.
No coaccionar al niño para enfrentarse con el objeto temido.
No reforzar el miedo del niño, ni dramatizar.
Dar oportunidades al niño de enfrentarse poco a poco con los objetos temidos.
Que el niño realice actividades liberadoras de estrés, distractoras y agradables.
Desmitificar el objeto temido.
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